viernes, 2 de febrero de 2007

La furia de la naturaleza

Recientes inundaciones en varios poblados de la selva central, como en Perené y Pichanaqui, han puesto sobre el tapete el sistema de defensa civil para prevenir estos desastres.

¿Se podía prevenir o cayendo en el fatalismo, puede afirmarse que la furia de la madre naturaleza es imprevisible e incontenible? ¿Es verdad que lo único que queda es lamentar las vidas humanas y bienes materiales perdidos y esperar la ayuda del Estado para enfrentar las consecuencias?

En el diario El Comercio (23 de enero), el geólogo Juvenal Medina plantea que todo lo que está ocurriendo no debe ser sorpresa para nadie, pues no es la primera vez y que esto se debe a que el Estado y la sociedad no han tomado con seriedad el riesgo en el Perú.

Según Medina, una de las causas es que en San Ramón la tala y la consiguiente deforestación pueden haber afectado la estabilidad de las laderas que, con las intensas lluvias, han originado los huaicos.

A este comentario añadamos que estos desastres van a seguir ocurriendo no sólo por la tala indiscriminada, sino que se insertan en procesos mayores como el calentamiento global.

Se calcula que se han deforestado cerca de 1’200,000 hectáreas, y sólo se han replantado en alrededor 200,000 hectáreas. ¿Qué entidad controla ello y por tanto es responsable? ¿Qué entidad pública vinculada a los desastres ha incorporado en su discurso el problema del calentamiento, sus consecuencias y formas de prevenirlas?
Si aceptamos que las inundaciones y en cualquier momento los terremotos son fenómenos naturales que se van a presentar con cierta frecuencia, ¿qué está haciendo el Estado y la sociedad civil para contrarrestrar sus posibles costos en vidas humanas y bienes?

Al parecer el Estado, a través del Instituto de Defensa Civil, debería estar haciendo algo al respecto, para ello cuenta con recursos, pero la realidad nos señala que lo que conoce sobre prevención, rescate y refugio, y reconstrucción ante los desastres, no ha trascendido a los habitantes de las localidades.

¿Las poblaciones afectadas conocían cuáles eran los grupos vulnerables, las amenazas y los riesgos de desastres que existían en su localidad? ¿Participaron en un diagnóstico comunitario para prevenir los desastres? ¿Habían elaborado un mapa de riesgos y recursos, y finalmente se encontraban organizados en comisiones de salud, rescate y evacuación, entre otras?

Obviamente, si la forma de enfrentar los desastres es predominantemente asistencialista, los habitantes de las localidades no serán capacitados para que ellos mismos enfrenten en forma inmediata su vulnerabilidad, amenazas y riesgos, antes de convertirse en afectados receptores de donaciones y tener que comenzar de cero.

El gobierno de turno tiene que decidir por una de las alternativas políticas en juego: dar mayor poder autónomo a la población y sus organizaciones, o mantener el rol omnipotente del Estado con sus réditos políticos.

Si no hay cambios, la sociedad civil tendría que vigilar la forma en que se administran y ejecutan los gastos de emergencia y quiénes son los verdaderos beneficiarios. Asimismo, las ONGs en cada zona de intervención tendrían que añadir como actividades la capacitación participativa de la población en prevención, atención y reconstrucción de desastres.

Eduardo Espinoza
Director Ejecutivo IPRODES

No hay comentarios: