domingo, 21 de enero de 2007

Democracia mortal

De pronto el Gobierno y otros actores políticos (como líderes fujimoristas) se han vuelto ultrasensibles respecto de la opinión de la población, como no ha sido en nuestro país casi nunca. Hay que hacerle caso al pueblo que quiere la pena de muerte, no quiere la sentencia de la CIDH, quiere demoler el ojo que llora y pide referendum; porque el pueblo es sabio y el gobierno es más sabio y además, cumple sus promesas de campaña.

Y las encuestas antes criticadas ahora son fiel reflejo de la voluntad popular.



Pero claro, resulta que de hacerle caso a las encuestas, se terminaría matando casi hasta a los pirañitas de Paseo Colón. ¿Cómo hará el gobierno para decidir en qué tema el pueblo es sabio y donde se equivoca?

Pueden ayudar los datos desde luego:

Los que de todos modos se van al paredón de acuerdo a los limeños son los violadores de menores de 7 años (81%), los violadores en general (69%), los terroristas (64%) y los asesinos que premeditaron sus actos (61%)

Estarían al filo de la navaja (literalmente), los traidores a la patria (51%), los secuestradores (46%) y los narcotraficamntes (48%).

Y estarían casi salvados los policías corruptos (37%), y los ladrones (23%).

No pueden sorprender estos resultados. La pena de muerte aparece como la solución más sencilla frente al miedo y la amenaza de una agresión, frente a lo externo que quiere agredirnos y que no se puede controlar. Claro que para que esta sensación se vuelva predominante y suficientemente fuerte, hace falta que políticos y medios de comunicación ayuden a fabricarla. Se requiere producir un consenso. Que aparezca como una demanda nacional. "Del pueblo". En este caso la pena de muerte aparece análoga a la decisión que toman las potencias de ir a la guerra: hay que matar al que quiere matarnos antes que nos mate.

Si los datos duros no bastaran, está la calle. El gobierno ha mostrado toda su humanidad y ha recibido a los manifestantes de Afavit en las puertas mismas de Palacio. Qué importa que toda la espontaneidad haya estado debidamente programada con días de anticipación según señala la propia dirigente de Afavit. Menos importa todavía que gran parte de los manifestantes llegaran en buses al mejor estilo del Chino. Lo imporante es que fueron más de 4 mil (a la marcha del domingo, en favor del Ojo que llora, esta sí auténtica, sin buses, sin gente de A trabajar Urbano, habrán ido unas mil, con pobrísima cobertura periodística). Y que al final quedó este momento registrado para la historia en una foto honesta, donde se clama por sangre.

Y si el Congreso no quiere, para qué está el referendum, que es pedido por un mayoritario 72% de limeños. Y qué importa si casi 7 de cada diez de estos mismos limeños digan en la misma encuesta que no confían en la capacidad del Poder Judicial de realizar juicios justos en esta materia, lo que puede leerse como que están seguros de que si se implanta la pena de muerte, se matará inocentes. No importa, lo que importa es qué es lo que el pueblo quiere y que lo que el pueblo quiere el gobierno también lo quiere. Las razones de ambos son desde luego, muy distintas (algo podemos ya especular sobre las razones del Gobierno, véase Perú 21 de hoy lunes).

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