sábado, 27 de enero de 2007

Una pena de muerte

Al final, el final. Este viernes en la Plaza de Armas no habrán sido más allá de cien marchantes, la mayoría jóvenes, ordenados, pacíficos y acalorados. Obviamente el Presidente no recibió a nadie y más bien mandó a sus representantes plenipotenciarios a parlamentar:

- Circulen.
- Está prohibida cualquier concentración en esta zona.
- Ya, avancen.

Para demostraciones de lo obvio, estuvo bueno. A los marchantes de Afavit clamando por pena de muerte sí se les permitió su marcha de miles y su presencia fue celebrada y cubierta por la prensa. A los que pedían lo contrario, se los botó a empellones.

La próxima vez que quiera reclamar algo en la Plaza de Armas, asegurese de clamar por sangre. O de pedir algo que le guste al Presidente. Las prohibiciones son para los otros.

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